
Descalza, siempre descalza,
figura de sombra que sangra
en el andar de horas cotidianas,
tobillos de carne sin anclas.
Rumbo fijo hacia la infancia,
buscando jinetes verdes -sin savia-
entre verbos florecidos de magia,
pisadas, huellas que clavan.
Entonces la hora del café,
es conversar con Dios, - de nada-
incesante pesadumbre saberte socavada,
pasa la vida, las espinas te Úlceran.
Tobillos de necedad, innata,
beben del sol para embriagar el alma
que se desnuda entre tabaco, lejano,
bajo la brisa de las añoranzas.
Y en el rizo, detrás de tu oído diestro,
murmura la insolación del desierto
que desde ahora y para siempre
te calza un tulipán, con su destino.
! Ya no estarás jamás descalza!
Vero Gtz. C.
23, Julio,2008
Mexico D.F./Dallas Tx
00:23
Antlogia: 1/de
1 comentario:
Hay algo en este poema y las imágenes que utilizas (como el desierto) que me han estremecido, aunque el final me parece precioso,algo asi como una exclamación que se libera.
Mil abrazos
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